El
croto, el ciervo y el fuegoi
Autora: Nieves Gorchs
Este
cuento está basado en una historia de la vida real. Un poco han
cambiado los lugares y el tiempo pero el personaje convivió con mi
familia mientras duró su vida de croto. Aparecía para la esquila, y
se quedaba en la pieza de los peones hasta después de que terminaba.
Yo se los cuento como más o menos como la memoria me deja recordar
las cosas que pasaron ya hace casi 80 años.
Nunca
se le conoció el nombre, documento hay que ver si alguna vez lo
tuvo, pero el caso es que todo el paisanaje de la zona lo tenía por
“el Galleta”.
Decían
que había venido del Tapalquen, otros decían del Tandil, otros
aseguraban que había crecido en algún lugar del camino del Pago de
Oro, cerquita del pueblo quizás. Decían que de jovencito una mujer
adinerada se lo llevó lejos, que vivió como un dandy y que después
se subió a un barco por despecho, dió varias vueltas al mundo y
recién volvió para el pago cuando le sonaron los güesos...Mentasii
de los viejos paisanos; pero lo cierto era que se caminaba de punta a
punta las 200 leguas del partido. Tardaba lo que se dice unas 15
lunas. Tranquilón iba el hombre, pa' que más? Si no tenía ningún
apure, ni rancho, ni perro ni prienda que lo entretenga. Eso sí,
aquel que lo conoció le supo ver que cargaba 2 monosiii,
uno chicuelo pal verano y disparar rápido si se veía en algún
apuro y otro de invierno con los 3 ponchos, como usan los reseros, el
finito, el de lana y el encerauiv.
El
tiempo del que hablo sería allá por el año 34, yo era chiquilín
de pantalón corto y mi tata viejo que era un gaucho de ley, me
llevaba para que aprenda las costumbres gauchescas cuando nos
invitaban los vecinos a alguna yerrav,
domavi,
o carneada grande. Uno de los lugares al que íbamos era la estancia
de Anchorena, ahí siempre nos esperaba el convite gaucho. Me acuerdo
que la primera vez que fui, recalamos en la materavii,
y yo que no tenía conocimiento del mundo ví que un paisano revolvía
una olla grande con leche a la cual le echaban tierra. La
revolvieron y después con un cucharon me sirvieron en un jarro de
lata. Anduve pensando un rato largo con el jarro en la mano, y ahí
entre risotadas los paisanos me dijeron que tomara sin miedo que era
café con leche. Y así de inocente era uno si nunca lo sacaban de
las casas.
El
croto cuando pasaba por el camino de Ovelan se caía por la estancia
y también daba una mano, casi siempre para la época de la esquila.
Y ahí yo lo encontraba año tras año y entre mate y mate contaba
sus historias.
Una
vez me contó que su madre había sido cautiva en uno de los últimos
malones de Calfucuráviii,
antes de la Campaña del Desiertoix.
El malón se produjo en un pueblito llamado Juan Nepomuceno Fernández
cerca del Balcarce. La vieja que era corajuda junto con la hermana
más chica aprovecharon una noche con luna llena y se fugaron de las
tolderías que tenía Namuncurá uno de los hijos de Calfucurá,
cerca de Azul y vinieron a aparecer en la estancia de Prudencio
Rosasx.
Ahí mismo las habían conchabadoxi
porque en esa época como había muchos malones las mujeres
escaseaban y siempre eran bienvenidas en las estancias para ocuparse
de los quehaceres de la casa, hacer jabón, lavar y dar de comer a la
peonada. Pero la hermana menor se volvió para el pueblo de donde
era. La madre del Galleta se aquerenció ahi nomás con un indio
viejo que vivía en la estancia.
El
croto cuando llegaba a la estancia, pedía permiso para quedarse, eso
sí, siempre con respeto. Después se instalaba en la matera y a todo
el que llegaba le pedía una “galleta”, de ahí que le habían
puesto ese apelativo. A la mañana se levantaba, tomaba mate,
largamente, hasta 4 pavas, hachaba leña y después se sentaba en el
tronco a leer cualquier diario que anduviera dandos vueltas, eso sí,
bien al sol hasta la hora de la comida.Tenía la piel muy curtida y
nunca le vimos que usara medias, ni siquiera en el invierno. Llamaba
la atención que el hombre leía sin anteojos. Cuando sabía que iba
a levantar vuelo al otro día, escudriñaba las nubes para ver si
iba a haber rocío la mañana siguiente. Salía con el lucero, a las
4 de la mañana.
El
Galleta también me enseñaba cosas del mundo que yo desconocía.
Sostenía que nunca había que desviarse del camino realxii,
por más que uno tardara el doble, no había que agarrar atajos,
porque si necesitas ayuda, decía, nadie te encontraba campo afuera.
Como le pasó una vez. Me relató que en un campo por el que pasaba
todos los otoños había un ciervo guacho, que cuando estaba en la
época de bramaxiii
topaba a todo el mundo a pesar de su mansedumbre. Entonces el Galleta
por seguir su propia ley, nunca pasaba por ahí. Pero un día había
sido una temporada de otoño muy lluvioso y había crecido de bote a
bote el arroyito por donde cruzaba y tuvo que encarar para el lado
del ciervo si o si, y el ciervo ni bien lo vió se le vino al humo,
el Galleta disparó todo lo que pudo pero al final lo alcanzó, y le
pegó una topada a la altura de la cadera que lo dejó culo para
arriba un largo rato. El asedio del animal duró bastante, pero como
era manso después se puso a juguetear con el mono del croto y se
olvidó de la persona, asi que éste se fue arrastrando despacito
para el lado del alambre y de ahí nomás se fue a las rengueadas
hasta la estancia donde hizo noche.
En
fin, cosas que pasan. Y de eso pasó mucho tiempo, tanto que ya ni me
acuerdo cuanto.
Hace
poco me enteré que hubo una familia que lo quería mucho y lo quiso
llevar a vivir con ellos al campo, darle una pieza con fogón, baño
y todos los afeites pero el hombre aunque era viejo seguía siendo
croto, no quiso ir y siguió croteando. Hasta que al final lo
encontraron engarrotado, muerto de frío cerca de una escuela, y lo
llevaron al hogar de ancianos del pueblo. Ya estaba muy entrado en
años, calcule, pero las mañas no las perdía. Le había tomado el
gustito, se había acomodado y todas las tardes prendía un fueguito
en el patio del asilo donde tomaba mate, quien sabe que pensaba,
recordaría sus andares y aventuras de la vida; pero un día le dió
una apoplejía y ya no le servían las piernas, asi que no pudo salir
más al patio.
Y
un día prendió fuego abajo de las cobijas.
El
mismo fuego que lo cobijaba del frío y los temporales lo vío irse
en su llama triste y libertaria
.
Fue
un espíritu libre.
i
Croto: una ordenanza dictaminada
en 1920 por el gobernador radical José Camilo Crotto, permitió a
los braceros viajar libremente en los trenes de carga cuando fueran
a trabajar a las cosechas, denominándolos “los de Crotto” en
principio, para luego quedar el término como se usa el día de hoy.
ii
Mentas: decires de la gente.
iii
Mono: bagallo que usaban los
linyeras para llevar sus pocas pertenencias.
iv
Enceráu: poncho encerado
impermeable para la lluvia y los grandes fríos que se fabricaba
sumergiendo una tela en aceite de linaza teñido con negro de humo y
dejándolo secar a la sombra.
v
Yerra: acontecimiento durante el
que se realizan varias tareas propias del campo. La principal (y de
la que proviene su nombre), es la marcación del ganado orejano (sin
marca de dueño), que se hace con un hierro al rojo sobre el cuerpo
del animal. Luego se recuentan y se anotan los nuevos animales
marcados. Y ya que se van inmovilizando las reses, se aprovecha para
hacerles otras tareas, como la castración de los machos jóvenes
que no se destinarán a la reproducción, la aplicación de vacunas,
de desparasitantes, o de medicamentos y curaciones a los animales
que los necesiten, etc.
vi
Doma: las técnicas que
posibilitan que, en un lapso de tiempo variable, un ejemplar equino
—generalmente un caballo
pero también se
aplica a burros o
mulas—
pase de ser un animal indómito a permitir que un ser humano lo
monte y guíe.
vii
Matera: lugar de la casa donde se
juntaba la peonada a tomar mate y escampar el mal tiempo.
viii
Calfucurá: [Calvú: Azul; Curá:
Piedra. Del mapuche] fue un poderoso cacique araucano de las pampas
del sur y del oeste. Junto a sus hijos y aliados estableció la
Dinastía de los de Piedra. Fue responsable de casi todos los
malones que hostigaron la provincia de Buenos Aires a mediados del
siglo XIX. Fue el
más acérrimo enemigo de Rosas.
ix
Campaña del Desierto: campaña
militar que emprendió Juan Manuel de Rosas contra los pueblos
originarios en 1833
y principios de
1834,
durante el gobierno de Juan
Ramón Balcarce en
la Provincia de
Buenos Aires,
Argentina,
contra los indios,
pampas, los
ranqueles,
los tehuelches y
los mapuches o
araucanos ubicados
en la Pampa y
el norte de la Patagonia.
x
Prudencio Domingo del Corazón de
Jesús Ortiz de Rosas. Hermano de Juan Manuel Ortiz de Rosas,
Estancia La Catalina, Azul, PBA.
xi
Conchabado: contratado para
trabajar.
xii
Camino real: es aquel que había
sido construido por el Estado, era más ancho de lo común y unía
ciudades importantes, como por ejemplo Buenos Aires con el Alto
Perú.
xiii
Brama: época de celo de los
ciervos.