miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Princesa Denid-Cuento Tibetano

La costumbre de contar cuentos viene de mi familia.
Todas las noches durante los 3 meses de verano que pasaba en el campo de mi abuelo, él me contaba un cuento diferente y yo me iba a dormir con la cabeza llena de magia.
El resto del año mi madre o mi padre se encargaban de contarme cuentos y cuando nacio mi hermano, tome la posta de la bella tarea y pasabamos las noches enjaenzados en las mil y una aventuras.
Aprendi a leer rapidamente para poder disfrutar de esas maravillas que me contaban. De grande los cuentos relatados y leidos como , Alejandro Apo, Alejandro Dolina, Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, El Hablador de Vargas Llosa forjaron mi alma de cuentacuentos.
Y mi ultimo inspirador ha sido Francois Vallaeys un cuentacuentos francés radicado en Perú.

Este es uno de mis cuentos favoritos.
Lo relata Francois Vallaeys

La Princesa Denid
Cuento tibetano
Francoys Vallaeys - Narrador de cuentos

El Rey del Tíbet era padre de una hija que, a pesar de tener 20 años y de ser muy bella, nunca había sonreído ni hablado en toda su vida. Entonces el Rey decide mandar mensajeros a todo el reino para que informen que aquel que sepa hacerle decir una palabra feliz a la princesa, que se llamaba Denid, se casaría con ella.
Los mensajeros se fueron primero, obviamente, a donde la gente importante de la ciudad capital. Los príncipes, duques, condes, cada uno trataba de sacarle una palabra feliz cantándole canciones o poemitas de amor, pero la princesa Denid escuchaba a todo el mundo bostezando y después regresaba siempre a su cuarto.
La noticia, mientras tanto, seguía corriendo, y así fue conocida en las ciudades de provincia y por todos los comerciantes y negociantes. Pero la princesa Denid seguía sin responder. Finalmente llegó al fondo del campo, al lugar más alejado de la ciudad capital, a los oídos de un joven pastor que tenía 20 años, como la princesa. “Como no tengo nada que hacer” —se dijo él—, “voy a tratar de lograr que la princesa hable. No tengo ninguna esperanza, porque sin duda ella debe de
ser muda, pero al menos me daré un buen paseo.”
Entonces se va y en el camino se encuentra con una abuela, la famosa abuela de los cuentos, quien le pregunta: “¿A dónde vas?”. Y él le cuenta que va a hacer hablar a la princesa Denid en el palacio del Rey; “pero no tengo mucha esperanza”, le dice. Y la abuela le contesta: “La princesa tiene el don de la elocuencia; lo que pasa es que no habla porque… Te voy a contar esa historia”.
Y la abuela le cuenta la historia de la princesa Denid al muchacho.
Le dice que la primera vez que la princesa vino a la vida fue en el cuerpo de una tigresa. Así, tenía a su marido el tigre e hijos; eran felices, pero los cazadores los mataron a todos.
La segunda vez que vino a la vida fue en el cuerpo de una codorniz, y tenía su marido,
un nido, huevitos a punto de abrirse. Eran muy felices, pero los campesinos querían sembrar y quemaron el campo, y los pájaros se murieron en las llamas.
La tercera vez que vino a la vida fue en el cuerpo de una alondra, y tenía igualmente su nido, su marido y sus huevitos a punto de abrirse.
Estaban felices, pero los niños del colegio se treparon en el árbol, destrozaron el nido y mataron a los pájaros.
Entonces la cuarta vez que llegó a la vida vino en el cuerpo de esa princesa, pero ahora no quería saber nada con los seres humanos; por eso no habla.
Mientras escucha eso, el muchacho cierra los ojos y entra en un sueño muy profundo, y recuerda
viejas imágenes de manos de niños y de llamas.
Realmente entra en un estado muy conmovido, y cuando despierta quiere agradecer a la abuela pero ya no la encuentra: se había ido. Entonces sigue su camino muy pensativo hacia el palacio del Rey.
Al llegar al palacio lo conducen hacia la princesa Denid. Por supuesto, ella no reacciona ni lo mira,
como hacía con todos.
Él le dice: “Princesa, tú que no quieres mirarme, escucha mi historia. La primera vez que vine a la vida vine en el cuerpo de un tigre. Tenía mi esposa, mis hijos, y los cazadores nos
mataron…”. O sea, le cuenta exactamente el mismo sueño, pero ahora él es el marido. Así, al final le dice: “Bueno, en mi cuarta vida he nacido como este joven pastor pobre que tú ni siquiera quieres mirar, pero, a diferencia de ti, en este cuerpo de hombre yo
sí he decidido ser feliz”.

Entonces la princesa levanta la mirada, se pone en pie, seca sus lágrimas, se acerca al muchacho y le dice: “Te estaba esperando”. Luego entran en el cuarto y hacen lo que deben hacer los amantes.

Ahí termina la historia o empieza....


Francois Vallaeys es un filósofo e inolvidable cuentacuentos francés, permaneció en el Perú aproximadamente 18 años, fue profesor de filosofía en la PUCP, se hizo famoso por esa capacidad de contar cuentos reflexionantés -con su afiatada voz- como el anciano de alguno de sus relatos. Cuenta que cuando va a una presentación nunca sabe cuál de ellos va narrar, ellos sólitos salen y señala “que los cuentos no se estudian, hay que comérselos y una vez incorporados en ti éstos salen para ser contados como sí tuvieran voluntad propia.”

martes, 24 de noviembre de 2009

Tarde de lluvia en Monstserrat

Relato:
Tarde de lluvia en Monstserrat

Pasaje la. Piedad 16hs casi las 5 , el bar de la esquina donde bailaban flamenco se convirtio en oficinas de una obra social.
Enfrente en el Bukowski bar reciclado estilo post 90's, de ladrillos q simulan ruinas artificiales y mas bien parece el decorado de un programa de tv "con onda", y muy lejos de la generacion beat, dos hombres, estilo empresarios de espectaculo, de aprox 55 años beben de una botella de vino mientras charlan..parecen haber estado almorzando suculentamente a saber por la cantidad de platos escanciados. Creo q uno de ellos es periodista de un famoso programa nocturno de chismografia.
El apetito de los periodistas de chismes suele ser tan digestivo como la lujuria que les provoca conseguir la primicia del escandolo de la seman. Reader's digest. El lector digestivo.
Pero no tengo tele, y eso es otro cuento.
En otra mesa presumo q la dueña del bar o algo asi con sus nenas en epocas de vacaciones obligatorias por la Influenza H1N1 toma la merienda entre jolgorios y canticos infantiles que nada parecen incomodar a los 2 unicos comensales del lugar.
Afuera el invierno nos dedica una cruel pero persistente llovizna, una especie de aguanieve que va calando los huesos, tan parecida a la eyaculacion de un leproso que es acompañada de un viento que profundiza la sensacion termica que paulatinamente ha descendido hasta el bajo cero en esta tarde en el Barrio de Montserrat.

No tengo tele

No tengo tele, no podria dar opinion de cualquier cosa relacionada con un evento televisivo, por lo tanto atisbo el parecido por asociacion de los escasos 8 meses seguidos que si tuve una tele en mi vida, y me dedique a intoxicarme con unas 5 a 8hs diarias dependiendo el dia.
Esa fue la unica vez que tuve TV continuadamente.
De chicos no teniamos tele, y no por no poder, porque no se consideraba un elemento necesario, ni siquiera era idealismo, era algo mas simple, un para que??? Si teniamos los libros!
Mi madre nos introdujo en el habito de leer luego de cenar, asi que los tres, mi hermano, mi madre y yo leíamos, aunque debo aclarar que mi hermano prefería leer condorito, el maravilloso ser siempre tuvo pajaritos en la cabeza, tan candido y mistico.

adverbio de intensidad

adverbio de intensidad

y a ella se le daba bien el arte
y él no sabía distinguir entre el mal y el bien y una bella mujer
cuantas veces mas nos hemos arrepentido
de lo que no hemos hecho que de lo que sí
si mi cuerpo es una caja que me tiene presa,
que otra cosa podria ser?
soy tan pobre de ideas que no me alcanza la imaginacion para pensarlo
vivimos en un tiempo que casi la felicidad es la ausente presencia del miedo
y aunque tenga muertas algunas partes de mi
aun salvar lo que creo me complace
liberar el espiritu se hace dificil,
mantenerlo con animo mucho mas
pero cuando estalla contra un vidrio una pequeña mosca
me doy cuenta que muy a menudo deberia quejarme menos
y hacer algo más que derramar unas lagrimas
por la tragedia del universo